jueves, 5 de julio de 2012

Abstracción.

Hace tiempo leí una frase de Bob Marley que dice: "siempre te valora más aquella persona que no te puede tener, que aquella que te tiene".

Y hoy, sinceramente, no tengo ganas de escribir, por eso utilizo palabras de otros, por eso me evado todo lo posible. Ni siquiera soy capaz de pensar con claridad. Me falta algo. Y algo muy importante parece ser. Me encuentro en ese estado similar a cuando el borracho se queda sin alcohol, o en el de la bajada de la montaña, cuando ya has agotado todas tus fuerzas para subirla y ya no te queda más aire para enfrentarte a descenderla, aún sabiendo que el recorrido que te queda sea probablemente el menos duro.  Es ese estado de cansancio general, en el que te encuentras absorto del mundo, en el que los párpados te pesan y sólo quieres que cierren tus ojos de una vez, para así dejar de ver, quizá por muchas horas, hasta cuando ya no haya más daño en el mundo. 
Después de todo eso, cuando crees que recomponerte no es tan difícil, te incorporas suavemente, y abres los párpados poco a poco. Y la esfera dorada te está esperando tras las curvas del horizonte. Quizá una cuestión demasiado abstracta. 
Solo que cuando estás lleno de lodo hasta las orejas te parece imposible seguir caminando. Derecha, izquierda. Derecha, izquierda. Y mientras el Tic-Tac del reloj te avisa de que o apresuras o llegas tarde. ¿Tarde a dónde? A ningún lado. "Un mago nunca llega tarde ni pronto. Llega exactamente cuando se lo propone", Gandalf en El Señor de Los Anillos, La Comunidad del Anillo. Y eso es cierto, o al menos debería serlo. El tiempo no debería existir; así no podríamos ponerle fecha a nuestros errores o fracasos, a nuestros aciertos o fallos, ni siquiera a los comienzos o finales de las cosas.


Empecé desde un tema para acabar en otro, divagando en ese tiempo relativo, aún cuando incluso ni tenía ganas de escribir. Quizá cuando termine, lea mi escrito y ni me entere exactamente de qué estoy hablando. Puede que hasta estas palabras sean aplicables en alguna esfera de cada uno de nosotros. La cuestión es que el sabor amargo se desvanece poco a poco; que cuando el sol te despierta al amanecer el sueño de esa noche parece haberse esfumado, el tiempo ni siquiera existe, y da paso a un estado de paz y seguridad, quizá efímero, pero reconfortante. 

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