jueves, 30 de agosto de 2012

El viaje de Galatea.

Sí, abandoné el blog por un tiempo. Y fue lo mejor que pude hacer. Sin embargo hoy he sentido esa necesidad, que ahoga, de volver a estos lares para expresar, quizá dolor, todo lo que siento. 
Tengo música de piano de fondo. En concreto de mi pianista favorito, una canción que la compuso el 27 de este mismo mes, de este mismo año. Es un tema profundamente triste, nostálgico, que me evoca a lugares, momentos, sucesos, felices. "Al lugar donde fuiste feliz no debieras tratar de volver". Es cierto, pero siento en mí un hondo sentimiento que me dice que vuelva, que jamás abandone esos recuerdos, aunque me hagan daño. Que siga ahí, con ellos, para recordarlos en el último de mis alientos, perecer quizá con una sonrisa, con la mejor de las sonrisas. Pensar en esas personas que estuvieron pero que ya no están. Desear que la vida siguiera, aunque fueran unos días más, para volver a verlas, tenerlas dentro de ti, en tu corazón, donde sea, da igual. Pero tenerlas. Volver a sentir el cálido roce de su piel, el abrazo más sincero y hermoso que jamás nadie podría darte. Volver a ese lugar, con esa persona, al día, el minuto y el segundo exactos en los que fuiste verdaderamente feliz. El auge de tu vida. En donde escribías poesía sin necesidad de pronunciar palabra, sin necesidad de abrir los ojos, ni pensar, sólo viviendo, sólo sintiendo. Que vuelva a ser utópico, idílico, irreal. Volver a pronunciar esas frases que un día te prohibiste. Volver a sentir lo que más miedo te da, porque sabes que luego sólo habrá dolor, miedo, final. Pero bendito sea ese dolor si es lo que tú has elegido.
Yo he elegido sentir ese dolor, aunque sea para siempre. Y conservar cada fracción de poesía que compusimos juntos. Cada fusión de calor. Cada explosión de dulzura, impregnada en mis labios. Cada canción romántica de radio. Cada detalle que evoque la más mínima melancolía. Cada palabra que me lleve hasta ti.