miércoles, 17 de agosto de 2016

Tanteando secretos.

Hoy la noche está para secretos. Para cuentos de hadas. Para historias de amor, o para historias prohibidas. Es la noche de lo inimaginable, de lo perdido, de lo demacrado, de las canciones en silencio y las caricias a distancia.
La luna susurra grande y anaranjada desde el gran desierto negro y asegura que hay noches en las que todo es posible. 

Quizá ésta sea una de esas noches y por fin pueda contar muy de cerca las pecas de tus mejillas y surcar con mis dedos las líneas que dibujan tus labios. Quizá ésta sea la noche de los besos soñados, de los paseos en tu espalda y los bailes que nunca me pediste.

Quizá ésta sea la noche en la que se cumplen los sueños y la felicidad existe, en la que los barcos vuelan y la segunda estrella a la derecha es más fácil de alcanzar. Quizá ésta sea la noche de los perdedores, de los convictos, de los más pequeños, de aquellos en los que nadie creyó nunca. Quizá ésta sea la noche para emprender el camino y hacer de la oscuridad una herramienta más apropiada que la luz.

Quizá ésta sea la noche en la que por fin todos seamos her(hu)manos, en la que la metralla se convierte en polvo para siempre y las banderas blancas dibujan nubes altas en el cielo. Quizá ésta sea la noche para proclamar la libertad de los caídos, para derretir el miedo y blandir vínculos en vez de espadas.

Quizá ésta sea la noche en la que no hace falta estar borracho ni ser niño para decir la verdad, en la que las palabras cuentan igual que los silencios o en la que ni siquiera es necesario hablar, en la que nos cuesta lo mismo dar que recibir,  en la que se valora más mirarse a los ojos que escribir detrás de una pantalla.

Quizá ésta sea la noche de todo lo que nos disgusta o todo lo que nos enamora, de poner el mundo del revés, de mirar las cosas cambiando de cristal, de descubrir las respuestas de todas nuestras preguntas.

Quizá... Quizá ésta sea la noche perfecta para decir basta; 
Se acabó.




lunes, 1 de agosto de 2016

Soledad.

Se te hace difícil volver a confiar en las personas cuando no dejan de decepcionarte, ¿verdad? Incluso llegas a plantearte que el verdadero problema eres tú. Quizá tengas razón, quizá eres más difícil de la cuenta y no sirves para estar en compañía. Probablemente esa sea la gran razón por la cual te encuentras tan bien solo, sin tener que confiar en nadie ni hacer que confíen en ti. Tú y el mundo, tu aire, tu libertad, tu espacio, tus ansias, tus llantos, tus risas, tus aventuras, tus sueños. Sin nadie que te diga que va a estar ahí contigo para que al final sea sólo otra mentira más. Sin engaños, sin robos, sin ultrajes. Como si se tratara de una pequeña gaviota solitaria que planea libre sobre el mar. Libre sin miedo a hacer daño, a que te hagan daño. Libre sin la necesidad de pensar en nada más que no sea tu felicidad. Qué egoísta eres, ¿no? ¿Es que sólo vas a pensar en ti? Recuerda que vives en un mundo complejo repleto (demasiado) de personas. Recuerda que no estás del todo solo aunque eso sea lo que quieras. Recuerda que una pequeña parte de ti, aunque no lo quieras reconocer, busca la aprobación, el calor, la compañía de otras personas. Y sobre todo recuerda que estás expuesto a ello y no lo puedes remediar, pero estar expuesto al dolor significa que también puedes estar expuesto a la felicidad, a pesar de que sea efímera y fugaz.

Al fin y al cabo piensa que si hay otras personas a tu alrededor es porque pueden aportarte algo que tú solo jamás conseguirías.