martes, 11 de septiembre de 2012

Descubriendo el caos de la mañana.



Y qué decir de los sucesos de la vida. El yin y el yan, que del dicho al hecho no hay un trecho, pero del yin al yan solamente puede haber un hecho. Un solo hecho. El bien o el mal. Una elección: el blanco o el negro. Una visión: la luz o la oscuridad. Creer o no creer. Crecer o decrecer. Construir o derrumbar. Entender o malentender. Aconsejar o malmeter. Hablar absolutamente todo, con sus pelos y señales, o brindar el más hermoso y sabio de los silencios.
Y qué decir de las traiciones de la vida. Entre la espada y la pared. Entre Scylla y Charybdis. Igualmente entre el bien y el mal. De nuevo el yin y el yan. Retornando a su pasado. La teoría del eterno retorno. Todo es igual. Cada paso, cada instante, cada suceso es igual que el que viviste ayer, pero en otro ámbito, en otro terreno. De los terrenos de la vida, territorios en sí, propiedades que no pertenecen a nadie, pero nos autoautorizamos, lápiz y papel y el mundo es nuestro, cada beso y cada suspiro nos pertenece. Las lágrimas que un día derramaron por nosotros. Las historias que nos inventamos. La esperanza que robamos.
Pero como el mundo es libre, es hora de romper las barreras, y echar a correr. No hay pertenencias. No hay propiedades. Nada es de nadie; nadie tiene nada. La noción de cero: la invención maya.
Las cinco de la mañana, sonando “La luz de la mañana”; quizá hasta esté a punto de madrugar. Divagando. Cada escrito está inspirado por una canción, por un momento, por un acontecimiento, por un sentimiento. El problema aparece cuando hay un boom de todo ello junto. El caos gobierna, pero “el caos sólo es un orden por descubrir”. Hoy, ahora, me voy con mi caos mental a otra parte, a otra dimensión. Quizá allí esté todo en paz. La vida consiste en descubrir esa paz y, cuando has llegado a ello, pararse para descansar. Quién sabe si hay más camino después de la calma, o si proseguirá más tempestad.

Descansen, en paz. No significa fin de nada, sólo comienzo.