viernes, 14 de diciembre de 2012

Las cuatro estaciones.

Pensaba que no me había estancado, pero allí me encontraba de nuevo, en aquel banco de siempre, rodeada sin embargo de otras palomas; las de las otras veces ya habrían emigrado a otro lugar, habrían cambiado de aires y habrían seguido su vida buscando migas de pan proveniente de otras manos. El cielo tampoco era el mismo; se había levantado una mañana gélida, totalmente invernal, gris, y melancólica. Y el sol que anteriormente me había acompañado en mi rutina de pesimismo, él tampoco estaba allí. Los árboles, qué decir de ellos. Algunos desnudos y otros abrigados, pero bellos, acogiendo en sus brazos vidas, distinguidas vidas pero todas ellas con el mismo sentimiento de libertad. Las calles estaban vacías, excepto algunos peregrinos puntuales que pasaban sin ánimo por allí. El invierno ya había llegado, la época de Navidad empezaba a asomarse. A mí además me consumía. Con aquel sentimiento vacío de soledad.  Con la mirada caída y las manos desiertas. Con el corazón lento. La vida pasaba delante de mis ojos y yo no la veía. Las cuatro estaciones corrían a mi alrededor mientras yo permanecía siempre sentada en aquel banco. Contemplaba el transcurso de la existencia como quien no quiere la cosa, como el subterfugio de la marea que viene y va. Que viene y va mientras mi rostro se petrificaba ante la inmensidad del gran azul. Las nubes comenzaban a llorar, mi piel se humedecía y sentía que el mundo se me caía encima. Cerré los ojos fuertemente y me dejé ir con el recuerdo del mar. Y soñé que el cielo gris se abría para dar paso a la llegada del sol. Los rayos albinos destruían mi desazón. Mi mirada relucía esperanza, y sentía que mis piernas volverían a andar. Al abrir los ojos el cielo seguía gris, el sol aún huía de mí y mi mirada seguía cabizbaja. Pero dentro de mí el recuerdo de la luz se abría camino. Seguía sentada en aquel banco, pero al menos empezaba a renacer.
Había pasado y pasaría por cuatro estaciones: desazón, caída, esperanza y renacimiento. 
Aunque la marea siempre viene y va. Viene y va. Un ciclo repetitivo y vicioso. El otoño siempre regresa y las hojas retomarán su caída.
Siendo optimista, la primavera también vuelve siempre.


Sin ánimo de lucro.

1 comentario:

  1. Srta; me agrada leer esto, y en especial ver escrita por ti esta frase: "Pero dentro de mi el recuerdo de la luz se abria camino" Muy buena estrada. Y ese gran azul que nos hace soñar

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