lunes, 1 de agosto de 2016

Soledad.

Se te hace difícil volver a confiar en las personas cuando no dejan de decepcionarte, ¿verdad? Incluso llegas a plantearte que el verdadero problema eres tú. Quizá tengas razón, quizá eres más difícil de la cuenta y no sirves para estar en compañía. Probablemente esa sea la gran razón por la cual te encuentras tan bien solo, sin tener que confiar en nadie ni hacer que confíen en ti. Tú y el mundo, tu aire, tu libertad, tu espacio, tus ansias, tus llantos, tus risas, tus aventuras, tus sueños. Sin nadie que te diga que va a estar ahí contigo para que al final sea sólo otra mentira más. Sin engaños, sin robos, sin ultrajes. Como si se tratara de una pequeña gaviota solitaria que planea libre sobre el mar. Libre sin miedo a hacer daño, a que te hagan daño. Libre sin la necesidad de pensar en nada más que no sea tu felicidad. Qué egoísta eres, ¿no? ¿Es que sólo vas a pensar en ti? Recuerda que vives en un mundo complejo repleto (demasiado) de personas. Recuerda que no estás del todo solo aunque eso sea lo que quieras. Recuerda que una pequeña parte de ti, aunque no lo quieras reconocer, busca la aprobación, el calor, la compañía de otras personas. Y sobre todo recuerda que estás expuesto a ello y no lo puedes remediar, pero estar expuesto al dolor significa que también puedes estar expuesto a la felicidad, a pesar de que sea efímera y fugaz.

Al fin y al cabo piensa que si hay otras personas a tu alrededor es porque pueden aportarte algo que tú solo jamás conseguirías.



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